Paso firme y decidido, acompasado y perfecto, lleva el Cristo del Amparo cuando desciende la Montaña. En frente, le aguarda una ciudad vestida de cobre viejo, centenarias piedras colocadas una a una únicamente para servir de espejo a su sombra que se proyectará en su omnipresencia divina por cada una de sus caras y fachadas.
Calle Caleros, corazón de Cáceres donde aguardan los saeteros, balcón de la oración cantada hacia los cielos, voz desgarrada del Borrasca y un lucero, que con su tierna pero dolorosa mirada camina entre cientos, consuelo de los tormentos. También Peralta, voz joven, limpia y entregada, derrama su oración sobre el Salvador que continúa con el único compás de un puñado de horquillas y un tambor destemplado.
Más adelante, el campanario de Santiago le recibe cual si fuera su retablo. La Cofradía del Nazareno, le da la bienvenida a la ciudad con plegarias por los que sufren y los desfavorecidos. A partir de aquí, la única compañía del Señor será la luna y sus hermanos, que pasarán penitentes por Santa María.
Marca el reloj del Ayuntamiento la una y veinticinco minutos de la madrugada cuando todo se detiene, cada rincón se cristaliza y solo Él se mueve, ascendiendo en un último esfuerzo sobre esos Adarves cacereños. Camino del Gólgota, por fin llega a San Mateo en Adaggio en G menor. Todo se ha cumplido y se ha consumado aquí, en el lugar donde se forjan los sueños de la Semana Santa.
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