Ismael López Martín pronunció el Pregón más esperado

El Gran Teatro acogió ayer uno de los actos más importantes de la Cuaresma, antesala de la Semana de Pasión y la Semana Santa. Como cada año, se inició el acto haciendo entrega de los reconocimientos a los cofrades distinguidos del año, recayendo este año sobre Sandra García, María Isabel Caballero y José Ignacio Acha. Durante los discursos protocolarios, los presentes quedaban impresionados observando un escenario engalanado con un gusto exquisitos, compuesto por numerosos claveles que caían del cielo, varios centros, un incensario, tres cirios sobre candelería de plata y el estandarte de la unión, sirviendo este exorno como perfecto prólogo a lo que acontecería a continuación. El pregonero fue presentado por José Diego Rodríguez Moreno, recordando el currículum profesional, cofrade y familiar del pregonero, con el cariño que solo puede presentar un amigo del alma y un compañero y hermano en el día a día de una cofradía.

Y ante la impaciencia de Cáceres, que desde que empezó a conocer a Ismael sabía que este día acontecería, por fin llegó la hora de que se colocase ante el atril, dignificándolo en cada detalle, incluso antes de pronunciar la primera palabra. Se presentía en el ambiente que el acto de ayer iba a acontecer de forma extraordinaria y así fue. Previamente a que Ismael empezara a pronunciar el pregón, el solo del silencio interpretado magistralmente por José María Sánchez acompañado al piano por Antonio Luis Suárez ya emocionó profundamente a los presentes, con una interpretación tan dulce que sanaba los recuerdos de la desgarradora salida de Jesús Nazareno que se asomaban a la memoria de los presentes. El pregón tan añorado por los que sentimos que este acto debe ser único en la vida del cofrade y de la ciudad, comenzaba a desprenderse de una forma elegante de los labios del pregonero, engalanando a la ciudad y mostrando la belleza de una Semana Santa que defendió y engrandeció con sus palabras, siempre desde una mirada cristiana y de profundo fervor, admiración y fe en Cristo y devoción a la Virgen Santísima. Desde la balconada del primer anfiteatro, la inconmensurable e inigualable voz de Tamara Alegre rasgaba por la mitad la sala a través de dos saetas que embellecían más si cabe el espectáculo. Ismael, por su parte, continuaba entusiasmado desgranando cada detalle de la Semana Santa y haciendo de este momento, a pesar de su juventud, uno de los más especiales de su existencia, sin olvidar y recordar a quien le ha dado la vida, su Madre, con todo el esfuerzo y la valentía para sacar una familia adelante.

El público, acabó exhausto tras escuchar tanto amor en el suspiro que les pareció, pero saciado ante el hambre de un pregón de esta categoría, que cumplió totalmente las expectativas y que sirvió, para anunciar de la mejor manera, la mejor Semana Santa en la ciudad más bonita del mundo.

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